Nuestro Señor mismo quiso mostrarnos cuán hermoso es abandonarse a Su Corazón de Padre: «Considerad -dice el Salvador- cómo crecen los lirios del campo: no hacen ningún trabajo, no hilan ningún hilo; y, sin embargo, os digo que Salomón, en toda su gloria, jamás fue vestido como uno de ellos. Si, pues, Dios Se cuida de vestir así a una hierba del campo que hoy está y mañana se marchitará, ¡cuánto más Se cuidará de vestiros a vosotros, hombres de poca fe! No os preocupéis diciendo: “Qué comeremos, qué beberemos o qué nos pondremos?” Los paganos se preocupan por todas estas cosas. Dios, vuestro Padre, sabe lo que necesitan. Busquen primero el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas les serán añadidas. Por tanto, no se preocupen por el mañana, porque el mañana se arreglará solo.»
Oremos – Oh Dios eterno, Vos que no desdeñáis poner los ojos de Vuestra Providencia sobre nosotros, para guiarnos, por indignos que seamos, concedednos la gracia de entregarnos tan absolutamente a todos los designios de Vuestra Providencia sobre nosotros, durante el curso inestable de esta vida, que alcancemos la inmortalidad de los bienes celestiales, por Nuestro Señor Jesucristo. Amén.