Profesamos la auténtica Fe Católica, basada en el Evangelio y en la Tradición de los Apóstoles y de los Padres de la Iglesia desde Jesucristo.
La Iglesia no puede perecer, porque Jesucristo, el Camino, la Verdad y la Vida, nos ha hecho esta solemne promesa: «Las puertas del infierno no prevalecerán contra Mi Iglesia...». (S. Mateo 16, 18)
«El cielo y la tierra pasarán, pero Mis palabras no pasarán», dijo Jesús (S. Mateo 24, 35).
El Catecismo ofrece cuatro formas de reconocerla: La Iglesia es una, santa, católica y apostólica.
Conviene añadir otra característica, eminentemente propia de la verdadera Iglesia de Jesucristo: es perseguida.
PALABRAS DEL GRAN PAPA PÍO IX
Un día en que el Papa Pío IX recibía en audiencia a un grupo de seminaristas, preguntó a uno de ellos:
«¿Cuántas y cuáles son las características distintivas de la verdadera Iglesia?»
«Son cuatro, Santidad, respondió inmediatamente el joven clérigo. La Iglesia es una, santa, católica y apostólica.»
«¿Son éstas las únicas?» preguntó el Papa tras unos instantes de silencio.
Al clérigo le parecía imposible haberse equivocado en una definición tan simple. Sin embargo, se aventuró con poca convicción:
«¿Tal vez romana?»
«No, ese punto no es esencial», respondió el Santo Padre.
El clérigo se sintió perdido, al igual que sus compañeros.
Pío IX miró entonces a su alrededor para llamar más la atención, y luego respondió él mismo a la pregunta:
«Te lo voy a decir, para que lo repitas, porque Jesús lo expresó explícitamente y está escrito en el Evangelio: la Iglesia está PERSEGUIDA.»
«El siervo no es mayor que su señor, dijo Jesús. Si a Mí Me han perseguido, también a vosotros os perseguirán». (S. Juan 15, 20)
«Si el mundo os odia, sabed que a Mí Me odió antes que a vosotros. Si fuerais del mundo, el mundo amaría lo que le pertenece; pero como no sois del mundo... por eso el mundo os odia. (S. Juan 15, 18-19)
«Todo el que quiera vivir piadosamente en Cristo Jesús experimentará persecución». (S. Pablo a Timoteo, II Tim. 3, 12)
«Bienaventurados seréis cuando os maldigan y os persigan, cuando digan toda clase de mal contra vosotros falsamente, por Mi causa. Alegraos y regocijaos, porque vuestra recompensa es grande en los cielos. Así persiguieron a los profetas que os precedieron». (S. Mateo 5, 11-12)
«Bienaventurados seréis cuando los hombres os odien, os excluyan de su sociedad, injurien y proscriban vuestro nombre como infame, a causa del Hijo del hombre». (S. Lucas 6, 22)
No. Porque fue sobre Pedro que Jesucristo fundó Su Iglesia.
Después de que Pedro hubo afirmado claramente su fe en la Divinidad de Jesús, Jesús le respondió: «Bienaventurado eres, Simón, hijo de Jonás, porque no te lo ha revelado carne ni sangre, sino Mi Padre que está en los Cielos. Y yo te digo que tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré Mi Iglesia, y las puertas del infierno no prevalecerán contra ella. Y a ti te daré las llaves del reino de los cielos; y todo lo que atares en la tierra será atado también en los cielos, y todo lo que desatares en la tierra será desatado también en los cielos.» (S. Mateo 16, 16-19)
La transmisión intacta de la doctrina apostólica está garantizada por la sucesión apostólica ininterrumpida, de modo que una Iglesia sin sucesión apostólica, una Iglesia sin cabeza visible, ya no sería la Iglesia de Jesucristo en la tierra. Jesús confió el rebaño a Pedro: «Apacienta Mis corderos, apacienta Mis ovejas». (S. Juan 21, 15 y 17) Fue a él a quien dio el poder de atar y desatar. (S. Mateo 16, 19) En este poder dado a San Pedro está contenido el poder de explicar auténticamente el Evangelio. Fue a Pedro a quien Jesús confió la tarea de fortalecer a sus hermanos. (S. Lucas 22, 31-32) ¿Cómo concebir, pues, la verdadera Iglesia de Jesucristo sin Pedro?
A la vista de la apostasía que ha arraigado en la Iglesia de Roma, cada vez más evidente desde el Concilio Vaticano II, hay quien afirma que la Sede de Pedro está vacante desde hace más de sesenta años...
En Su Aparición en La Salette en 1846, la Santísima Virgen lloró por la decadencia de la Iglesia y anunció su caída: «Roma perderá la Fe y se convertirá en la sede del Anticristo».
Si, como consecuencia de la apostasía general, Pedro no está en Roma, está en otra parte. Y «donde está Pedro, allí está la Iglesia», dice el gran San Ambrosio, Obispo y Doctor de la Iglesia.
La Iglesia puede evolucionar disciplinariamente, pero nadie puede tocar la esencia de su mensaje, su doctrina basada en el Evangelio de Jesucristo, que afirma:
«El cielo y la tierra pasarán, pero Mis palabras no pasarán». (S. Mateo 24, 35)
– Si la Iglesia posterior al Vaticano II estuviera actualmente en la verdad, significaría que ha estado en el error durante 2.000 años. Y si estuvo en la verdad durante 2.000 años, hoy está en el error, pues condena lo que siempre enseñó y defiende lo que siempre condenó.
Se trata de una intervención directa de Dios en la Iglesia y de acontecimientos muy tristes que van a suceder en la tierra, por una gran misericordia de Dios para castigar a los hombres culpables y traerlos de vuelta a Él.
La Orden de la Madre de Dios existe y funciona bajo su propia jerarquía.
Está directamente bajo la autoridad del Vicario de Jesucristo.
Para más detalles, véase Jerarquía.
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